Los tuaregs

El Sáhara, una inmensidad de cinco millones de kilómetros cuadrados, cuna de multitud de culturas. Hoy en día sólo encontramos una de esas culturas, llena de magnetismo, de misterio...    

Los tuaregs, más conocidos en Occidente como "los hombres azules", son sin duda una de las tribus más míticas de toda África.

El insólito color de su piel se lo deben a que las largas túnicas con las que van vestidos están teñidas de índigo, un colorante vegetal que se va disolviendo con las altas temperaturas a la vez que impregna su dermis. Esto reduce al mínimo la sudoración, con lo que la pérdida de líquidos es casi nula. Un método muy efectivo para sobrevivir en unas condiciones extremas. Sobre el origen de su nombre los historiadores no se ponen de acuerdo y son dos las teorías que pugnan por explicar la formación del vocablo tuareg. Para unos esta palabra proviene del término árabe targa, que significa "jardín", y cierto es que la zona donde hoy habitan estos nómadas fue antaño un frondoso bosque. De otro lado están los que ven su origen en el siglo VIII, cuando una invasión de guerreros provenientes de Marruecos, los chorfa, se adentró en el desierto argelino para islamizar a las tribus de infieles que habitaban la zona. Pero su éxito fue parcial, pues aunque se convirtieron al Islam, jamás abandonaron sus antiguas tradiciones animistas, fuertemente arraigadas en sus usos cotidianos.

En la actualidad apenas quedan unos trescientos mil tuareg diseminados por un territorio de un millón y medio de kilómetros cuadrados. Se dedican al pastoreo y quedan muy pocas tribus realmente nómadas. En sus periplos anuales en busca de pasto pueden llegar a superar los 1500 kilómetros de travesía, entre Argelia, Níger y Mauritania. Se orientan para tales menesteres exclusivamente por las estrellas, que no sólo los guían en el duro camino, sino que los llevan hasta los pozos de agua que ellos únicamente conocen. En resumen, una vida de otros tiempos que hoy en día está a punto de desaparecer.


Lectura recomendada: Tuareg, de Alberto Vázquez-Figueroa.